Monday, May 23, 2022

Mis jóvenes amigos pensantes

 Este es un espacio para dar voz a unos jóvenes pensantes, hasta hoy alumnos, desde mañana colegas y amigos

Saturday, March 28, 2020

"El virus se ha apoderado de todo", afirma Alejandro Llano


Los antiguos tenían más respeto que nosotros por las palabras. Y confiaban más en ellas. Hoy las tratamos a la ligera. Y dudamos de su poder performativo, de su capacidad de hacer cosas, de transformar la realidad. Cuando veo a los Estados Unidos encabezar la lista de los países afectados por el Coronavirus, me viene a la mente el grito triunfalista, convertido ahora en irónico lamento: “America first”.
        Ya no se habla del Brexit, me comentaba alguien. Y es que, contra toda expectativa, ahora todos somos Brexit: todos estamos encerrados y volcados sobre nosotros mismos, en un intento desesperado por defendernos. Nos domina, bajo una forma nueva, inédita, el mismo sentimiento ancestral que desde hace unos lustros nos acogota: el miedo.
        Aunque en forma insospechada, somos presa de lo que Bauman denominó “los terrores de lo global”. La nuestra es “la experiencia aterradora de unas poblaciones heterónomas y vulnerables, abrumadas por fuerzas que no pueden controlar ni comprender plenamente, horrorizadas ante su propia indefensión y obsesionadas con la seguridad de sus fronteras y de la población que reside en el interior de éstas, puesto que es precisamente esa seguridad fronteriza e intrafronteriza la que escapa a su control y parece estar destinada a quedar fuera de su alcance para siempre. En un planeta globalizado, habitado por sociedades «abiertas» a la fuerza, es imposible obtener (y, aún menos, garantizar con cierta fiabilidad) seguridad en un solo país o grupo selecto de países: no, al menos, por sus propios medios ni de manera independiente de la situación del resto del mundo”. (Zygmunt Bauman, Miedo líquido, p. 126).
        Nadie sabe cuándo retomaremos nuestra vida habitual, ni cómo será esta. Por lo pronto, algo resulta evidente y digno de nuestra reflexión: pasábamos muy poco tiempo en lo nuestro, en casa.

Tuesday, July 30, 2019

Las raíces

En el prólogo de un libro mío, hace ya más de un lustro, escribí: "A diferencia de los antiguos, nosotros ya no pensamos casi en nuestros muertos. Sabemos cantidades de cosas acerca de personas ajenas, a las que ni siquiera conocemos: los actores de la política mundial, los grandes billonarios, la gente de la farándula, etc. Pero ¿quién es capaz de enunciar su propia genealogía?"

Hoy compruebo con entusiasmo que la situación es otra: en las librerías están agotados los libros de genealogías, y las arcas de los pocos genealogistas están viendo sus mejores momentos. Antiguas parroquias que ya casi nadie visitaba son "asaltadas" por oleadas de personas que solicitan partidas de bautismo centenarias. Los que no sabían cuándo habían nacido sus abuelos, descubren con entusiasmo la fecha de su nacimiento e incluso de la de su matrimonio.

Está claro lo que ha provocado el cambio: la ley española que ofrece nacionalidad a los descendientes de los judíos expulsados por el edicto de Granada, donde se ordenaba: "Los Judíos y Judías cualquiera edad que residan en nuestros dominios o territorios que partan con sus hijos e hijas, sirvientes y familiares pequeños o grandes de todas las edades al fin de Julio de este año y que no se atrevan a regresar a nuestras tierras". 

Escribo estas letras en el ocaso del mes de julio, fascinada por el revuelo cultural y familiar que la ley de nacionalidad española para los sefardíes ha despertado y sigue suscitando: interés por la historia y la cultura de los judíos y de España, afán de desenterrar el pasado familiar, pasión por las genealogías. Parientes que nunca se hablaban vuelven a entrar en contacto para compartir documentos e información. Los nombres empolvados de abuelos y bisabuelos resuenan de nuevo en las casas; los nombres desconocidos de tatarabuelos hacen su entrada triunfal en las familias. 

Es el gran tema, del que se habla todo el día y en todas partes: la cuestión sefardí lo ocupa todo. Y ha aportado ya, junto a una insospechada ampliación de la consciencia familiar, una no menos refrescante apertura de horizontes.