Aprendí a caminar rápido, porque mi padre era muy
alto, daba grandes zancadas y había que seguirle el paso. Todas las noches,
después de la cena, en el siempre cálido y entonces agradable centro de
Medellín, salía a caminar 600 metros, y yo lo acompañaba.
En casa, la biblioteca era su lugar. Y
allí, rodeados de libros con lomos de cuero, me sentaba sobre sus piernas y
jugábamos al "caballito". Recuerdo el subir y bajar acompasado de sus
piernas, un trote suave en el que el cuerpo permanecía en el mismo sillón,
mientras las palabras avanzaban:
¡Aserrín! ¡Aserrán!
Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan,
los de Roque alfandoque,
los de Rique alfeñique
¡Los de triqui, triqui, tran!"
Un estribillo inolvidable, que ayer afluyó
a mis labios después de tantos, tantos años... Y apenas ayer vine a saber que
esas palabras trotadoras son de José Asunción Silva.
Pero mi ronda favorita era otra. Y de esa,
siempre supe el autor: Don Federico García Lorca, uno de los volúmenes
empastados en cuero. En sus páginas y en la memoria prodigiosa de mi padre, nos
deleitábamos con los versos magistrales de la Muerte de Antoñito el
Camborio. La familia entera: mi madre, mis hermanas, repetía al
unísono, con entusiasmo, expresiones como "moreno de verde luna, voz de clavel
varonil". " Y este cutis amasado con aceituna y
jazmín". "Acuérdate de la Virgen porque te vas a morir".
"Tres golpes de sangre tuvo y se murió de perfil".
Cuenta J. K. Rowling, la autora de Harry
Potter, que en una de sus apariciones públicas, una joven desconocida se arrojó
en sus brazos, diciéndole: "You are my childhood". (No
es mi caso. El único Potter de mi infancia fue Peter the Potter, Pedro
el alfarero).
Robándole a aquella joven la expresión, y
si fuera posible también el abrazo, yo digo: Don Federico, ¡usted es mi
infancia! Y hoy como ayer me deleito en recitar:
"La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Lleva la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.
La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.
Ay, Tarara loca,
mueve la cintura
para los muchachos
de las aceitunas".
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Lleva la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.
La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.
Ay, Tarara loca,
mueve la cintura
para los muchachos
de las aceitunas".